jueves, 17 de septiembre de 2009

Giovane Giovanni





















Hasta hace tres telediarios, el arquetipo literario que más me interesaba era el de Fausto, pero últimamente me entretengo en internet leyendo reflexiones sobre otra figura capital en la definición de un determinado patrón de comportamiento, Don Juan, que desde la perspectiva del psicoanálisis (que es la forma de crítica literaria más interesante en mi opinión) tiene muchísima miga: el amante en serie pretende ser, y lo es mayormente en la mirada deseante de sus conquistas, el sujeto no castrado, el sujeto completo, el soltero primigenio. Se trata de un personaje demoníaco socialmente, tan odiado como deseado, de enorme potencial revolucionario (en la medida en que personifica aquello que la Ley prohíbe) cuyo libertinaje egoísta pone en tela de juicio la autoimpuesta represión que, hay quien dice, permite la vida en sociedad. En ese sentido, mola mucho más Don Juan que Casanova, la versión panoli del tema.
¿Por qué mi interés por el menda en cuestión? Bueno, principalmente, porque se trata del mejor representante del modo de vida de un amplio porcentaje de la población gay: la resolución de las pulsiones sexuales a través de la búsqueda de conquistas infinitas, como negación de una castración no asumida. Lo digo con conocimiento de causa porque conozco el terreno del que hablo: negar que homosexualidad y promiscuidad van de la mano es una falacia políticamente correcta en aras de una "aceptación" de lo gay en función de su paralelismo a "lo heterosexual" (lo cual en sí mismo es una expresión de un fascismo normalizador, subterráneo y retorcido, muy de progre). Como marica que en este punto difiere mucho de este patrón gay habitual, y tras haber conocido a Don Juanes de todo pelaje y condición, me resulta un tema interesantísimo por lo que tiene, insisto, de revolucionario, de alternativa factible, y de puesta en duda de consensos sociales heredados y supuestamente indebatibles. Pero no vayamos por ahí.
El caso es que, sorprendentemente, el tema de la liberación sexual a lo Wilhelm Reich ha quedado como un intento primerizo, y bastante torpe, de renovar el modelo relacional heredado del cristianismo, precisamente por la limitación que supone la simplificación de lo sexual a algo bastante cercano a lo meramente concupiscente. Rollo Casanova o algo así. En este punto, me siento mucho más cerca a la ética sexual de los satanistas a lo Anton LaVey, que a fín de cuentas proponen una praxis individual privada, independiente y respetuosa. Las sentencias de Lacan del tipo "Amar es dar lo que no tienes a alguien que no lo quiere", "no existe la relación sexual" o "el sexo es el lugar en el que el ser hablante balbucea", así como su apuesta por un amor evanescente, están muy bien pero en el fondo no aportan nada nuevo a las consecuencias que se extraen del arquetipo donjuanesco en sus múltiples versiones.
El caso es que en este interesante artículo da una explicación muy interesante del arquetipo que nos ocupa: parte del hecho de que la persona, el sujeto, existe en la medida en que está sujetado al otro, condición esta de la que no puede escapar. El soltero, por tanto, no está libre, sino que permanece sujeto a algo anterior que ignora, y que le impide establecer nuevos vínculos. Os recomiendo el texto porque está muy divertido. Para otra interpretación sobre el mismo tema, aquí tenéis otro análisis muy interesante sobre la fascinación del personaje, aunque las reflexiones sobre la condición de femenino y masculino no me interesan nada en estos momentos.