miércoles, 7 de octubre de 2009

mediateca #37



¿Qué diferencia a un arquitecto de un ingeniero? Mientras el segundo se limita a hacer su trabajo como un ejercicio de "resolver un problema", el primero se permite el lujo de hacer crítica moral de su disciplina. Un arquitecto siempre juzga la obra de sus colegas: esencialmente, las charlas entre estos profesionales sobre los nuevos edificios tratan de dilucidar lo que es "bueno" y lo que es "malo". Con la Iglesia hemos topado, por así decirlo: el arquitecto pasa su vida juzgando, tanto como produciendo.
Lo cual, en principio, no tiene por qué ser algo negativo. El problema de fondo es que dicha propensión a dictaminar valoraciones morales sólo resultaría legítima en el caso de que las argumentaciones que las respalden estuviesen sólidamente razonadas y acreditadas. Y eso, me temo, es lo último que le puedes pedir a un arquitecto.
Dejo el enlace a una graciosa conferencia de un nerdo hispano hablando de Deleuze en una escuela de arquitectura yanky. Es muy larga y dudo que os interese demasiado, pero lo cierto es que yo me la he visto enterita, porque me ha resultado simpatiquísima: la desacomplejada diligencia con la que mezcla churras con merinas al explicar algo así como "Deleuze para tontos" (lo cual siempre es una buena idea) tiene mucho de charlatanería, pero al menos se comprenden un par de conceptos interesantes. De hecho, hasta ahora no me había dado cuenta de que toda aquella literatura arquitectónica de los 90 (el rollo aquel de los flujos, desterritorializaciones, intensidades, topologías, dinámicas, pieles....) era tan deleuziana. La Quaderns de aquella época me parecía un ejercicio modernito de espectáculo intelectual, un poco absurdo, pero cabe la posibilidad de que tras todos aquellos titulares sobre rizomas y genéticas haya reflexiones serias. No sé, si os digo la verdad, casi siempre terminaba por limitarme a mirar las fotografías.

Por cierto: no os perdáis los chistes que suelta el fulano para hacer más ligerita la charla. Muy patéticos. Molan.