sábado, 3 de octubre de 2009

simulacro #11

































































































Me estoy convirtiendo en un yonky del diccionario de la RAE, cuyas definiciones no dejan de sorprenderme: surfeando a través de las palabras, uno se da cuenta de las paradojas implícitas al mismo hecho de verbalizar, y a la imposibilidad del lenguaje hablado de funcionar con la inmanencia e invariabilidad de las matemáticas. Si se buscan las cosquillas a las palabras, se destapan problemáticas semánticas irresolubles en la medida en que los significantes quedan atrapados en un limbo en el que lo real no es más que una figura borrosa en el horizonte de la palabra, especialmente en aquellos términos que tienen que ver con el arte, la ficción y la realidad (atención a estas 3 definiciones que os dejo: son titubeantes, inexactas. Zozobran).
Profundizando en los temas que me inquietan últimamente, me doy de bruces con la siguiente acepción de representación, la única que sirve para las artes plásticas:

3. f. Figura, imagen o idea que sustituye a la realidad.

Evidentemente, es un significado totalmente inexacto, angustiosamente parcial y al que se le pueden poner infinidad de peros. No obstante, la noción artistica de representación, que ha sido la principal capacidad del arte hasta un determinado momento del siglo XX, parece ser el contorno exacto en el que lo real queda substituído por su interiorización e interpretación.
A este respecto, hay un ejercicio habitual entre los artistas consistente en crear obras de arte a partir no de fenómenos o conceptos reales, sino partiendo de otras obras de arte. Esas recreaciones de representaciones anteriores suponen una paradoja de la definición mencionada, pues la realidad que representan no es la de los objetos materiales ni conceptuales, sino a otras realidades representadas, en lo que supone algo así como un peldaño más de alejamiento de la realidad como fenómeno anterior al arte: ¿puede ser que finalemente al arte, de lo único que nos está hablando, sea de arte?. Os dejo imágenes en las que pinturas clásicas han sido convertidas en tridimensionales, objetualizadas, traducidas.
Los lingüistas saben que traducir de un idioma a otro siempre supone, si no una pérdida, sí una mutación del discurso inicial: leer el Quijote en inglés es, finalmente, hacer una representación del Quijote orginal, algo diferente. De este modo, traducir un cuadro al lenguaje de la escultura, produce unas consecuencias similiares a la difusión de un rumor: a medida que este va pasando de boca en boca, la narración se va alejando de la anécdota que intentaba contar: lo real se pierde poco a poco, vaporizado en el mundo del lenguaje, en una cadena creativamente infinita de progresiva abstracción en la que lo único que perdura es la supercie de las cosas. O puede que no...

Ay mi madriña, qué cosas. Espero al menos que enfangarme en estas dificultades me sirva de algo en el tema de las oposiciones, por aquello de la trasversalidad de los temas que trato: no soporto los apuntes que tengo (escritos para futuribles profesores sin espíritu ni cultura) así que intentaré asimilar los contenidos a través de... Bueno, de su representación :-).