viernes, 9 de octubre de 2009

simulacro #18




















(En la imagen, la aprición de Obama en un número de Spiderman; más que mil palabras)

Acaban de otorgar el Nobel de la Paz a Obama, y aunque este tipo de acontecimientos me tiran de un pie, no quisiera dejar pasar la oportunidad para mostrar mi opinión sobre el personaje, por más que la óptica desde la que lo juzgo pueda resultar la de un fanático.
Obama me parece un nuevo simulacro, un producto diseñado al milímetro por la casta de la gran banca y Wall Street, sin cuya descomunal financiación nunca hubiese salido de la oficina más tirada de Washington. No ha hecho nada, y a poco que uno esté entrenado en la detección de los engaños mediáticos, le saltan las costuras por todas partes y se descubre lo que realmente es: un títere, el avatar virtual que utiliza el imperio para enmascarar su naturaleza abyecta, un caballo de Troya en forma de nigga para toda la familia, un ejercicio de marketing electoral sin fundamento, y políticamente inane.
Ya su campaña resultó especialmente inquietante: la vacuidad de su discurso, plagado de consignas mucho más populistas que las de Chávez, centrado en abstracciones que nunca se molestó en concretar (Hope, Change, Yes we can, Peace...) y sin la más mínica crítica por parte de absolutamente nadie. Los consensos no son peligrosos: son letales. Y hay que tener claro que cuando toda la órbita del poder, desde la Fox hasta el ABC pasando por PRISA, regalan ciegamente su bendición a una marioneta de hechuras tan políticamente correctas , es que algo extraño está pasando.
Llevaba un tiempo de escepticismo respecto a la conspiranoia Bilderberg, pero esto del Nobel me da mucho miedo: se lo han dado a un recién llegado que, repito, no ha hecho NADA: sigue la guerra de Irak, se recrudece Afganistán, las relaciones con Irán no mejoran, Guantánamo es idéntico a la era Bush, la prometida reforma de la sanidad yanky sigue sin materializarse, los bancos no dejan de ganar dinero. Ya lo decía el ultra-legendario KRS-One en la interesante "The Obama Deception": antes de su llegada, la comunidad afroamericana estaba al borde de una revolución antisistema. Ahora, tras recibir un caramelito en forma de presidente morenito, se supone que las cosas han cambiado, pero la realidad es que lo único que ha mudado es el envoltorio, porque la trampa dentro de la caja sigue siendo la misma.
Por mucho que admire la capacidad que tienen los americanos para habitar ficciones, lo cierto es que el caso Obama me hace relativizar mi alegría al respecto: se puede vivir en una realidad subjetiva en la que todo sean sombras y sueños, pero éstos nunca deben ser teledirigidos. Al menos en aquellos asuntos (guerras, salud, impuestos, trabajo) en los que la vida, desgraciadamente, es muy distinta a lo que nos muestra Hollywood.