miércoles, 10 de junio de 2009

ciudades #1























Pequenas consideraciones personales para el debate sobre arquitectura y moralidad.

1. La mayor parte de las cuestiones morales que inquietan a los arquitectos, aquellas que utilizan para proyectar y para enjuiciar la obra de sus compañeros, son completamente irrelevantes. Forma vs. función, espectáculo vs. honestidad, calidad vs. mercado... Los arquitectos ya no están en los principales foros de conocimiento interdisciplinar, se han quedado atrás, mantienen una visión nostálgica de un equilibrio positivista, cuya melancolía imposibilita la libertad de pensamiento necesarias para reinventar su disciplina: el arquitecto no tolera lo impuro, cada proyecto se concibe como un objeto inmanente con un principio y un final. Un proyecto no suele pensarse como la suma de dos proyectos de lógicas diferentes. Se apela a un monismo platónico que nadie demanda: fuera de esa órbita, el arquitecto se siente incapaz de leer el mundo.

2. La arquitectura, como hecho cultural, es una neurosis, un pacto moral histórico sobre lo "tolerable" y lo "intolerable" en el que la belleza del significante sin significado se considera un parámetro frívolo. Los críticos de arquitecturas hablan únicamente de moralidad. La realidad de la ciudad nos habla a gritos de que otra estrategia es necesaria.

3. Esta disciplina es, de modo muy notorio y aunque nunca nadie nos lo haya dicho mientras estudiábamos, un trabajo probabilístico, cuya definición seguramente debería tener mucho más en cuenta las cuestiones estadísticas. Desde la definición del programa, los esfuerzos, las características de los materiales, los flujos y usos, son todo parámetros probabilísticos. Esa naturaleza gaseosa e informe de la disciplina es uno de los grandes traumas del profesional, cuya labor en última instancia parece ser la de "sublimación inversa": soolidificación del estado gaseoso al sólido sin pasar por el líquido. En ese cambio de estado es donde radica la Arquitectura, ese es su monopolio disciplinar. ¿Por qué por tanto la obsesión por lo "líquido" y los fluidos?

4. Me parece muy recomendable que la arquitectura prescinda de la idea de autoría y, al igual que la modélica industria informática, evolucione hacia un modelo coral, clónico. El individualismo demanda originalidad o, al menos, diferencia, cuando se trata de uno de los trabajos más típicos (y con más tradición de conocimiento del que obtener abstracciones cuantificables), lo cual choca con la óptica estrictamente moral, y por tanto subjetivista y mágica, con la que los arquitectos pretenden anestesiarse contra la vulgaridad de una realidad que detestan.

5. La necesidad más imperiosa de la profesión, (pienso yo), es la de recuperar la idea de utopía. Pero una utopía dinámica, en el sentido de dirección de fuga. No podemos seguir actuando como una profesión reactiva, que lo único que hace es poner parches más o menos correctos en un mundo al que los arquitectos han dejado sin proyecto. Un proyecto del mundo no es una idea anticuada, pero necesita ser puesta al día.