martes, 28 de julio de 2009

Casa























Impúdicamente, como debería hacerse en todos los blogs, reproduzco íntegramente y sin ningún tipo de manipulación (es puro corta y pega) un email que me envió hace unos días mi hermana Paloma. En realidad habla de asuntos que sólo nos competen a nosotros, pero me ha resultado interesantísimo y...bueno, para estas cosas se abre uno un blog. Cuando le responda (me lo curraré, sin duda) colgaré asimismo mi misiva.


Hola, chuli:

Resulta que me compré un libro de Jodorowski, porque quería algo divertido y tenía la idea de que este tipo hacia una especie de parodia-caricatura de la psicología y la parapsicología a la vez. Bueno, se puede leer así (y realmente es divertido), pero no tanto como yo pensaba, parece que realmente él se lo cree. Y puede que haya cosas que incluso a mí me parezcan creíbles, ya veremos.

El caso es que, curioseando por el youtube, me encontré con un vídeo en el que “analizaba” a una señora en base a los nombres de sus familiares, y me puse a hacer lo propio con los nuestros. Como sé que te interesa el tema de la familia, te mando mis reflexiones. Por supuesto, éstas estarán sin duda mediatizadas por mi propia posición, pero, como tú ya has profundizado en el tema, puede que algo te sirva –quizá lo que te sirva sea precisamente mi visión de la familia, más que la realidad de mis conclusiones-.

- Punto 1: Mamá y papá llegaron a un acuerdo: ella escogería el nombre de los hijos varones y él escogería el de las hijas.

- A mí me pusieron Paloma en honor al “lugar donde me hicieron” (Madrid), así que podría representar sus primeros encuentros sexuales. Pero me crié con los abuelos maternos, cosa que a papá –tengo varias referencias de esto- no le sentó nada bien: él mismo me dijo en una ocasión que esto había provocado su primera gran crisis, e incluso afirmó, tal vez exagerando sus recuerdos, que había llegado a pensar en la separación. Quizá haya acabado siendo, o así lo sienta yo, representación del fracaso de sus relaciones erótico-sentimentales, y esto esté determinando mi “desapego” en ese terreno.

- Para su segunda hija, papá había escogido el nombre de Carlota, en honor a su hermana Tita, que a su vez, pero esto es otra historia, rechazaba su propio nombre (Vicenta, como su abuela materna). Mamá, según las crónicas a base de llantos (lo cual también es muy sugerente) consiguió evitarlo. Así que el nombre de la niña acabó convirtiéndola, como tú dices, en la “heredera” de su madre, pero sólo como segunda opción. Intuyo, aunque no tengo mucha base objetiva para esto, que Teresa se ha sentido poco aceptada por papá en muchas ocasiones, y que eso la ha marcado bastante. Aunque también intuyo, o quiero intuir, que lo va superando. En cualquier caso, el hecho de que no lleve el nombre que papá eligió primero, en una novela, sería un símbolo bastante sugerente de esa no aceptación, sea ésta real o sentida. O una causa.

- César, escogido por mamá, se parece a Cesáreo, pero no es igual. Hay razones puramente estéticas para esto, pero también se podría interpretar como reflejo simultáneo tanto de su idolatría por papá (puesto que los nombres se parecen), como de su rechazo de alguno de sus rasgos (puesto que se diferencian). Por otro lado, César es un nombre de emperador y, atendiendo a su etimología, Césareo es subsidiario de él: en latín, el nombre de papá sería el adjetivo derivado de tu nombre, algo así como “perteneciente o relativo al César”. Así que, en cuestión de nombres, el tuyo “gana”, y tal vez papá así lo perciba, aunque se diría que tú no. Intuyo, esta vez con más base que en el caso de Teresa, que papá se ha podido sentir desplazado por ti en los afectos de mamá, al menos cuando eras niño. Por cierto, el sábado pasado mantuve una de esas “interesantes conversaciones nocturnas” con uno de mis amigos de los que frecuentan el Zurria, y me dijo que, un día que estaba “un poco piripi”, papá reconoció que lo que más lamentaba era “non chegarlle a ese fillo meu” (no sabía si contártelo, puede que lo interpretes mal, aunque yo creo que no deberías). Puede que no asimile esa “derrota lingüística”, y tú, como Teresa, lo percibas como falta de aceptación. No entro en si es real o no: por sus actitudes, se diría que, fuera de Don Xesús y de sus ascendientes, papá tiene problemas para aceptar a toda la gente como es, pero en vuestro caso la historia de los nombres lo pone en evidencia, y tal vez os haya hecho especialmente conscientes. De hecho, en esa misma conversación, yo misma le dije a Julio que mi padre tenía sus aristas, que podía hacer mucho daño a la gente más cercana, y, curiosamente, sin haber pensado en el tema, destaqué el caso de vosotros dos.

En fin, este es mi primer acercamiento a la historia familiar (¡me has metido el gusanillo, cabronazo!), que finalmente me ha quedado bastante tocho. Como tú llevas más tiempo en el asunto, supongo que no te aportará gran cosa. Incluso puede que haya desbarrado más de la cuenta, y esté mirando la vida como si fuese una novela, buscando correspondencias y símbolos donde no las hay. En todo caso, te alegrará que me haya metido, finalmente, en el tema, y yo habré pasado un buen rato, como mínimo.

Avísame cuando tengas vacaciones, sobre todo si sigues interesado en el viaje a Lisboa. A mí me gustaría mucho. Mientras tanto, cuídate y pásalo bien.

Besitos.