martes, 15 de septiembre de 2009

Quiero un buen Mozzo




















Fiajos que se le conoce únicamente como Morrissey: con la autoridad de un Sinatra o un Raphael, se abstiene de utilizar su nombre porque sabe que su apellido (que más bien funciona como un nick) no necesita de más matices. Mozzer ha sido la leyenda viva más importante de mi generación, el equivalente de lo que pueden haber sido Bowie o John Lennon para las anteriores, y un personaje con un carisma arrollador que en tiempos llegó a ser poco menos que el salvador del mundo.
Los más talluditos recordaréis la tarscendencia de su alargada sombra hasta hace nada. Cuando empecé a interesarme por el pop, Mozzer era un semidios, considerado "la personalidad británica viva más importante" por el NME y referencia sacrosanta e indiscutida para las nuevas bandas que por entonces (finales de los 80) echaban a rodar. El puto Morrissey. La gente se preguntaba sobre su sexualidad, su opinión sobre un disco recién salido podía hundir carreras o construír leyendas, no había fanzine que no cantase elegíacas odas a su poesía, sus conciertos parecían la reunión de una secta de fanáticos iluminados, cada uno de sus pasos resultaba importante (por no decir tarscendente) para todos y cada uno de los oyentes de Radio 3. Mozzer era un ídolo en el sentido más estricto del término, era la zahorra sobre la que cimentaba la escena indie, y su influencia musical y actitudinal abrumaba. Los que no lo hayáis vivido es difícil que os hagáis una idea, porque eran unos tiempos mucho más ingénuos que los presentes: los Smiths eran sencillamente el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad sin discusión posible.
Hace mil años que le he perdido la pista a este tío, que a día de hoy se ha convertido en un entrañable has been cuyo culto tiene más de nostalgia que de verdadero interés. Sé que se fue a vivir a Roma, que sigue con sus plúmbeas cantinelas de amor y odio a su país, que está más cachas y ejerce de guest star en festivales populistas... pero lejísimos quedan ya aquellso tiempos en los que su aristocrática y leída figura ejercía de mandamás en una afición que probablemente ha dejado las maneras monárquicas para albergar otras más líquidamente republicanas.
En otras palabras: ¿es posible que el mundo del pop genere a día de hoy otro personaje de su calibre? Gente con talento hay mucha, ídolos para adolescentes torturados crecen como las setas, músicos iconoclastas capaces de condensar el zeitgeist de sus oyentes no escasean... pero nadie parece capaz de recoger su cetro, para el que la industria británica llega lustros desesperada intentanto una nueva investidura para el trono. Candidatos los ha habido a patadas: Belle & Sebastian opositaban a nuevos Smiths hasta que el tiempo desveló sus carencias; Pete Doherty trenza boutade y citas a Oscar Wilde con más espectacularidad que calado; Jarvis Cocker es demasiado neurótico como para jugar a lo divino; los Gallagher, ni hablar; ¿Julian Casablancas, Alex Kapranos, Panda Bear, Patrick Wolf? Naaaaa.... Que no. Nadie. Lo cual me lleva a pensar que ese tipo de iconos han muerto a manos del myspace y los reality shows: se ha perdido la boba complicidad con la que los fans atendíamos a Mozzer como si de un apostol se tratase. Quién sabe, cabe la conjetura que el papel que antes cubría Moz, hoy en día, y tristemente, esté en manos de gente como David Beckham.